domingo, 5 de noviembre de 2017

Cuidados...

Quiénes me conocen saben que discrepo en algunos puntos de las ONG´s, demasiado largo para comentarlo aquí, así que lo resumiré en que mi experiencia en Chiapas durante 6 años de vida tuvo no algo, sino todo que ver en mi mirada hacia ellas. Me cuesta expresarlo porque todavía no he encontrado palabras que puedan reflejar qué se vive o se siente estando allí. ¿Cómo puedes explicar una sensación, un olor, un color...? Tienes que vivirlo, experimentarlo, de la misma forma que experimentas el caer, morirte, volver a renacer y "re-cree-arte", todo ello en unas pocas líneas es difícil de explicar, al menos yo todavía no las he encontrado y creo que tampoco aportaría justificar el por qué de mi opinión hacia las ONG´s para lo que deseo contar a continuación.

Hoy quería dejar rastro de esta experiencia que he vivido recientemente. Todo comenzó con una llamada de teléfono de una compañera del grupo de investigación en el que participamos, en quién confío plenamente. Aida. Confío en ella como persona; sus acciones, su forma de ser y estar nacen de su órgano palpitante, ella para mi es como un angelito de la guarda que permanece en silencio para decirme las palabras justas en el momento preciso, con seguridad, entereza, análisis. Apenas nos vemos (bueno últimamente no veo a muchas personas) y aunque se lo he dicho alguna vez para mi es, junto con otras personas de mi entorno, otro de los apoyos en este proceso de tesis.
Me explicó una propuesta, me preguntó si estaría interesada en ofrecer una ponencia acerca de la "pedagogía de los cuidados". Le comenté que yo no tenía formación precisa en dicho tema. - Sí, tienes tu experiencia, desean una ponencia que hable acerca del cuidado en la comunidad escolar y como está relacionado y enfocado al tema de tu tesis he pensado en ti.
Los sentimientos con los que me encontraba justo en ese preciso momento en que sonó el teléfono se transformaron hacia el agradecimiento, un agradecimiento expresado como sonrisa en mi rostro por sentir de cerca la confianza de Aida en mi trabajo.
Quiénes me conocen saben que me retiro por unos momentos a sentir las propuestas, me doy el tiempo necesario para que reposen en el corazón, a veces son minutos, a veces horas, a veces días. Escucho a mi cuerpo, me gusta escucharlo, según la forma en que mi cuerpo respira la propuesta se si es para mi, si es o será en un beneficio mayor cada decisión (claro está que a veces también me equivoco y termino enredándome en asuntos pero coincide que esto sucede cuando estas decisiones son tomadas desde el impulso y la acción-reacción) cuando bajo al corazón, casi nunca se equivoca. Pues la propuesta de Aida, solamente me costó unos minutos, viniendo de ella ya era una propuesta del cuidado, del cariño, ella conocía mi momento, así que dejándome sentir, todas mis creencias acerca de las ONG´s se podrían dejar de lado. A veces me viene bien dejar de lado las creencias, romperlas, jugarlas, removerlas, porque quizás pueden volverse limitantes y desde esa limitación, al menos yo pierdo oportunidades de aprendizaje, me estanco.

Me sentí cuidada por Sandra durante el proceso de preparación, atenta a los mails, dispuesta, entregada, dulce al otro lado del teléfono para explicarme el programa y lo que fuera necesario. Así da gusto trabajar porque el trabajo deja de ser trabajo cuando se convierte en pasión y se recibe, claro que se recibe.

Ayer fue la ponencia, Aida me llevó de la mano sin saberlo. Y sin saberlo también yo me encontré con personas conocidas en la sala. Sonrisas, encuentro. El cuidado, el reconocimiento, el cariño, la entrega...
No llegué a contar nada nuevo, no llegué a contar algo que no conocían, llegué para recordarme y recordar aquello que a veces se nos olvida.

Regresar al origen, a lo sencillo, a lo que va antes de lo que vemos para amarlo desde un inicio y entregarle el valor y reconocimiento desde nuestra mirada, sin necesidad de hacer grandes cosas, detenernos a respirar y saborear ese preciso instante, mirar a la otra persona tal y como es para cuidarla si es que deseamos hacerlo. Para cuidarla a su forma y no a la nuestra, porque hay infinitas formas de cuidar, tantas formas como personas.

"Cuidamos aquello que conocemos, pues atrevámonos a conocer al alumnado en su expansión, entremos en su mundo, no para convertirlo en chisme, sino para saborearlo y dignificar lo suyo, para decirle: "Me interesas más allá de las paredes de esta escuela, te amo con todo" y ese todo implica su historia, su familia, sus costumbres, su barrio... Necesitamos saber de nuestro alumnado, desde el cariño, desde la atención, y se convierte en un arte que solo quiénes desean pueden acceder a él."

Recibimos más cuidados de los que creemos, una dificultad es que a veces deseamos que el cuidado que vayamos a recibir nos lo entregue alguien en concreto y además, de la forma que no expresamos porque esperamos que la otra persona lo adivine. Tenemos la oportunidad y responsabilidad de decir cómo deseamos ser cuidadas, al igual que tenemos la oportunidad y responsabilidad de escoger cómo deseamos cuidar y desde qué lugar hacerlo: si desde un lugar que se añade a la lista de reproches, más conocido y famoso  por la frase "con lo que he hecho por ti"; si deseamos cuidar desde un lugar complaciente; desde el amor incondicional...; o desde cualquier otro lugar en el que ahora no caigo. Tú decides. Otra dificultad es que a veces la vida nos pone ante diferentes situaciones que tenemos que afrontar y quizás no estamos preparados para decidir.
¿Qué puedo hacer en ese momento?.
Creo que siempre es linda opción el dejarnos cuidar, recibir el amor que el universo nos entrega y está en cada detalle de nuestro entorno.

Como suelo decir, no solo nuestro camino de cuidar es el correcto, no solo las personas que nos reunimos en esa sala estamos en lo acertado por el deseo de querer convertir la escuela en un lugar mejor, habrá muchas formas, muchos caminos. Desde este pequeño lugar te recuerdo que también hay muchas personas mirando al mismo lugar que tú. No te sientas sola, no estás solo. Somos más. Muchos más...

De la sala me despedí en plenitud, alegre, entusiasmada, agradecida por encontrarme con estas personas que hicieron que la ponencia se diese sola, fácil, fluida... Y por si fuera poco lo recibido, todavía Sandra me entregó una bolsa para alimentar mi cuerpo y mi mente. Así que compartir este regalo en compañía será otro de los regalos y placeres. Me siento afortunada, en abundancia y plenitud.

Gracias al grupo de ayer, por esas miradas que ofrecieron y recibieron, son las que el mundo necesita. Ustedes ya saben a cuáles me refiero.

Gracias Eva por el reencuentro en todos los sentidos.

Aida, te tocará venir a probar el te. ;)

jueves, 17 de agosto de 2017

Olas... en tres días.

Primer día. 
Agarrar la tabla. De repente parece que mi brazo es más corto porque apenas me da para sostenerla, el invento en mi pie izquierdo. ¿Invento?. Sí, palabra nueva, como tantas otras que de momento me suenan a chino... Invento es el cable o correa que une uno de tus pies a la tabla. Así que invento por aquí, invento por allá... En este instante y todavía en la arena respiro y observo, estamos solas la tabla, la correa y yo y quiero fotografiar este momento en mi memoria, me río de mi misma, de este no saber y permitirme ser con este personaje a veces parecido a Mr. Bean, me entretengo con la risa y con el invento...
Ahora camina y al agua!. Súbete a la tabla y mantén el equilibrio, si me muevo tiemblo y todo se balancea, si no me muevo no avanzo, me estanco. Recuerdo que las aventuras que mayor aprendizaje me trajeron, comenzaron con eso, con un temblor.
¿Tiemblas? Pues entonces, ¡Míralo de frente! me digo a mi misma. Subir-temblar-caer-subir-temblar-caer... risas y más risas. 
Hoy, por primera vez que yo recuerde en mi vida, ha sido el día que más tiempo he estado en agua de mar.

Segundo día. Parece que mi brazo es un poco más largo porque ya puedo agarrar la tabla sin dificultad, incluso no se ha enredado el invento al caminar, eso sí, en el agua es otra cosa, de pronto siento la correa entre los dedos de mi pie, me río. Cuando llego donde el grupo pruebo a sentarme, ellos esperan la ola, están en otro pensamiento, mientras tanto yo observo sus movimientos, para ellos es fácil, para mi es fascinante observar cómo tienen tanto equilibrio, cómo dan la vuelta a la tabla y cómo reman, ni cuento lo que es verles danzar sobre una ola. 
No tengo prisa, si no es una ola, será la siguiente. Remo y remo, me siento y me tumbo sin caerme, para mí ya es todo un avance que celebro en silencio conmigo misma. Tardé 25 años en aprender a celebrar mis propios logros, a verlos sin que nadie más los viera y esos pequeños detalles me divierten. 
Este momento de celebración me transporta a la escuela... 
Durante los años como alumna y también como maestra, me he encontrado con maestros/maestras que obsesionados en conseguir que su alumnado, de tan solo 5 años, hiciera bien la "e", olvidaron y siguen olvidando el proceso, han olvidado que "Claudia" está celebrando que ha aprendido a agarrar el lápiz, que "Jacobo" ha conseguido hacer la "e", no esta, sino la mayúscula...
...pero no se les ve, nadie se ha dado cuenta de estos logros, ni siquiera Claudia lo está celebrando porque nadie le dijo que eso que había conseguido era un gran avance y ella todavía no lo sabe, nadie se dio cuenta como para preguntarle ¿Cómo te sientes? o ¿Qué opinas de que ya puedes agarrar el lápiz?. No sucede, así que Claudia y Jacobo siguen creyendo que no llegan a la dichosa "e", esa "e" enlazada que, en todavía muchas escuelas, tiene que saber hacer cualquier niño/niña de tan solo 5 años, porque alguien se lo inventó. Así que estoy contenta de haber aprendido, después de muchos años, a celebrarme a mi misma.

Todavía no me toca agarrar olas, estoy en otro momento, disfrutando del proceso, sin darme prisa a mi misma, todavía no tengo que llegar a la "e". Mientras tanto, veo feliz cómo el resto la disfruta y de pronto su felicidad se convierte también en la mía. 
Apenas veo las olas, el sol ya hace un rato que se ha escondido, no encuentro el momento de salir del agua, cosa que me sigue sorprendiendo. Entonces recuerdo ese instante en el que mis padres nos llamaban para que saliésemos del mar porque nuestros dedos estaban más que arrugados. Hubo un momento en que sí me gustó la playa, lo había olvidado. En los últimos años mis viajes a la playa quedaban satisfechos con un día en todo el verano y a veces, ni entraba al agua. Incluso veranos en los que ni la he visitado. Siempre me ha gustado más nadar en la piscina, quizás es momento de transformación.

Tercer día. La entrada al agua parece más organizada, subo a la tabla, me doy cuenta que esta es más estrecha y un poco más corta, así que intento adaptarme.
Hoy es el tercer día, sin embargo estoy más nerviosa, no se por qué, quizás también el mar está más agitado o quizás voy conociendo más riesgos, no importa, sea lo que sea los nervios están ahí, así que les doy la bienvenida y los observo y se convierten en otro integrante más de la tabla, hoy decido conformarme con mantener el equilibrio y prestar atención a la postura de espalda y cuello, para que no se cargue y me duela como el día anterior.
Remar, remontar, levantar pies, echarse hacia atrás para contrarestar peso, levantar cabeza, girar la tabla, sentarse, tumbarse... 
Esto me transporta a mi primer día de prácticas en la autoescuela, el primer día pensé que no podría cambiar de marcha y que necesitaría un coche automático... demasiada información. Ahora mis manos y pies se coordinan sin que yo les diga qué han de hacer. Lo mismo que me sucedió en clases de natación o cuando aprendí mecanografía... El cuerpo es sabio, el cuerpo registra las experiencias y él solo sigue el movimiento inconsciente.
Ayer me acordé de Mazunte (Mexico), de su respeto, de su grandiosidad, de su fuerza, de su gruñido, de los aprendizajes que me trajo, uno de ellos a pedir permiso cada vez que pongo un pie en sus aguas. Hoy no es Mazunte, es Mediterráneo, no importa, todas las gotas están conectadas de una u otra forma y el mar me sigue transmitiendo ese respeto y admiración. Sigo mirando al horizonte, con mis nervios, con mi miedo y agradezco por la oportunidad que me brinda: aprender con él. 
Te voy a ir probando sorbo a sorbo, no tengo prisa, le digo. Traéme las olas cuando tú lo desees, yo espero, no he de llegar a ningún lado, ya he llegado, estoy aquí aprendiendo contigo a mantenerme en equilibrio. Mientras tanto, voces de fondo que me preguntan cómo estoy, entonces sonrío, me siento muy acompañada, agradecida, feliz de respirar este momento.
Estoy probando, aprendiendo a conectarme con mi cuerpo en el mar, las olas... llegarán.
Deseo seguir, algo adentro de mi, algo más fuerte me impulsa a hacerlo. No se si aprenderé a ponerme de pie sobre una tabla, no se el tiempo que mi cuerpo me seguirá pidiendo venir al mar. Solo se que de momento he de estar ahí, aprendiendo a estar en equilibrio desde otro lado.
Y mientras tanto traigo conmigo la frase que me gusta y que dejé en alguna otra entrada: "A mi ritmo y a mi tiempo"

Para vosotros dos (J.J.) que me habéis alentando desde hace meses a que probase el surf. Gracias por acompañarme, por aconsejarme con cariño y humildad desde vuestra experiencia, gracias por abrirme los brazos en vuestro grupo.
Y gracias a los compañeros del club (C.S.B.): por ponerlo tan fácil, por las risas, por acompañarme desde vuestras tablas sin conocerme, por hacerme un lugar en las cenas de la playa, por esos pequeños empujones, por la confianza con la que me encuentro sin apenas saber quiénes sois.
Gracias.
Imágenes: pixabay

miércoles, 2 de agosto de 2017

Parpadeo

Parpadeo.
Un segundo.
Parpadeo.
Reflejo involuntario, acto que permanece para el resto de nuestra vida.
Siempre en ti, en mi, en nosotros.
Movimiento permanente incluso en las miradas que quedan hiptonizadas.
Y cuando menos lo esperas... Parpadeas.

Parpadeo.

Solo un parpadeo...
Han pasado años.
Parpadeas.
Y no te has dado cuenta.

De repente te preguntas:
¿Qué he hecho con lo vivido hasta ahora?

¿Lo elegí?

"Un" parpadeo, conoces a alguien.
"Otro" parpadeo, ese alguien ya no está.
Nunca sabrás cuántos parpadeos van a suceder entre "un" y "otro" parpadeo. Pueden ser horas, días, semanas... años.

Por eso aprovecha cada abrir de ojos porque te recuerda que sigues en la vida, que puedes escoger hacia dónde mirar la próxima vez que los abras. Puedes buscar. Puedes huir. Puedes amar. Puedes fluir. Puedes atreverte. Puedes aprender. No tengas miedo o tenlo todo.

Parpadeos entre desconocidos.
Parpadeos que terminan conociéndose.
Parpadeos que creen conocerse.
Parpadeos cómplices.
Parpadeos fugaces.

Todo se transforma tras un nuevo parpadeo.

Parpadeo eterno.
Parpadeo que hiptoniza.
Parpadeo que se difumina entre parpadeos...
Parpadeo que se esfuma.
Parpadeo de niña.
             ...de adulta.
             ...de anciana.
Parpadeo de una noche.
Parpadeo de una vida.
Parpadeo que no entiende.
Parpadeo que agradece.
             ...que juega.                        
             ...que bromea.
             ...que pinta con colores diferentes.
             ...que juzga.
             ...que acoge
Parpadeo con olor a sexo.
Parpadeo que expande pupilas.
Parpadeo que contrae.
Parpadeo que mira de frente.
Parpadeo que se esconde.
Parpadeo conjunto.
Simplemente parpadeo.

A veces no espera.
Se detiene.
Medio parpadeo. Los ojos se quedan cerrados y no vuelven a despertar, a veces no vuelven a despertarse incluso abriéndolos de nuevo, incluso viendo.

Así que, habla, expresa, comparte lo que sientes, no esperes al siguiente parpadeo porque quizás ya no despierta, quizás se ha marchado, quizás ya no desea mirar, quizás se ha transformado o quizás sigue dispuesto a seguir parpadeando.

Quien sabe.
Quizás.

Eso sí, el parpadeo ya no será el mismo.
Algo se habrá transformado.

Gracias a todos los parpadeos, los de segundos, minutos, los ausentes y los presentes. Parpadeos pasados, parpadeos que vendrán.
Ese parpadeo en mi, dejó aprendizaje, y te lo devuelvo en forma de agradecimiento.

Por ese parpadeo que, fuera el que fuese, fue mío, fue tuyo, fue nuestro.

Imagen: Pixabay. Patrick Marty

domingo, 23 de julio de 2017

Mirada incluyente

Voy manejando, calle estrecha, reduzco marcha, observo con cuidado mientras me abro paso entre personas que caminan a ambos lados.
De pronto, delante de mí una señora camina de lado, cierta parálisis le impide mantener erguido su cuerpo, con un poco de dificultad se hace a un lado para que yo pase, le miro con ternura, veo su mirada fuerte aunque ella no me mira, sigue su camino.

Lo siguiente que veo es un banco con varias personas sentadas, en conjunto se voltean mirando a la señora que camina despacio, a su ritmo y la señalan riéndose.

A mi parecer tendrían 14 o 15 años. Me quedo pensando al respecto, al mismo tiempo que sigo manejando...

Durante los primeros minutos de mi viaje me sigo haciendo preguntas:
¿Puedo hacer algo para que estas actitudes cambien?
¿Cuál es mi función en una situación así?
¿Cuál es mi función dentro de un sistema llamado escuela ante situaciones de este tipo?
¿Buscamos responsables o nos responsabilizamos en conjunto?
¿Qué educación pretendo contagiar?
¿Deseo seguir con una educación que critica y juzga a quiénes critican y juzgan?
¿Deseo cambiar el entorno o deseo cambiarme a mi misma en este entorno en el que vivo?
¿Dónde decido enfocar mi atención?

Para mi está claro que habitualmente estos hechos (el quedarse mirando a alguien que camina diferente) suelen hacerlos los niños más pequeños desde su inocencia, desde el descubrir el mundo con diferencias. Cuando tienes 6 años te llama la atención aquello que es diferente. Para ello, es necesario que se les acompañe a mirar el mundo que nos rodea con ojos bondadosos, con explicaciones, sin tabús, sin victimismo, sino por todo lo contrario, desde una mirada de fortaleza, una mirada que da respuestas, quizás no las acertadas, pero sí respuestas que aportan una mirada amorosa, empática que, sin caer en "pobrecilla" podamos hacer resurgir desde nuestro corazón otras fortalezas que seguro esa persona tiene. Entonces es cuando sucede, y de manera inconsciente no me coloco en posición privilegiada por encima de ella diciéndole "pobrecilla" sino que soy capaz de voltear hacia mi misma para ver qué es lo que a mi también me falta. Entonces ya nadie está en posición privilegiada, la miro con otros ojos, con ojos de fortaleza, porque igual que veo la mía propia, puedo ver este reflejo en su rostro.

Vivimos en una sociedad que bombardea con superficialidad. Nos olvidamos, en algunos momentos, sobre qué es lo que hay detrás de cada ser, qué esconde en lo profundo de su corazón y que a veces no es visible. A veces tan profundo que nisiquiera una misma persona puede descubrir su propio potencial.

En relación a esto quiero comentar algo, a mi parecer muy lindo que viví con las hijas de mis amigas en la playa el pasado domingo. Ambas tienen 6 años. Una de ellas dijo en voz baja, de repente, sin filtros, al natural, con esta inocencia de la que hablaba al principio:
- ¿Sabes que he visto a un hombre con 3 tetas?
- ¿Con 3 tetas?
- Sí, llevaba dos aquí y otra aquí (señalando la barriga)
- Ah, sí, claro, es que hay veces que a las personas les pueden salir bultos de grasa en algunas zonas de su cuerpo. Algunas veces se pueden quitar y otras veces no. De todas formas no sé que será. Cada cuerpo es diferente.

Se quedó pensativa y después continuamos jugando con la colchoneta, con las olas...
Al rato, su comentario hacia otra niña fue:
- Mira, ese señor tiene un bulto en su barriga, quizás no se lo puede quitar. Creo que es el papá de ese niño.

Desde mi punto de vista se convirtió en un diálogo más natural, en una mirada incluyente donde se había visto la diferencia pero no se había convertido esta en algo que separa y aleja sino en algo que acerca.

------

Pienso que acostumbrarnos a tener una mirada incluyente puede acercarnos al resto de historias con las que nos cruzamos. Podemos ir recordándonos de unos a otros todo aquello que nos une, en lugar de recordar constantemente en aquello que nos separa, nos limita y distingue. Diferencias que, al acostumbrarnos a vivirlas con naturalidad, nos hacen ser menos extraños.

Este es uno de mis retos en los que me vivo últimamente con apertura: Aprender a convivir con aquellas historias, personas o situaciones de las que me hubiera alejado en otros momentos de mi vida, por creer que eran tan diferentes a la mía.

Así que con este propósito escribo, no para compartir que mi mirada sea inclusiva, sino  para que me recuerdes este reto, para que me acompañes y me guíes cada vez que me olvide de esta mirada.

¡Feliz domingo!

viernes, 16 de junio de 2017

A ti, ser de magia.

Se va acabando el día y pienso...
Qué afortunada de vivir un día más en esta intensidad de la que emergen diversas emociones.
Qué afortunada de rodearme de personas maravillosas que llegan como ángeles a poner piedras para que cruce el río con facilidad.
Qué lindo de aquellas que las quitan, y sin que lo sepan, me recuerdan que puedo hacerlo.

Pienso en las conversaciones y en los hechos de esta última semana. Justo hoy hace siete días que tomaba un te con una amiga en su terraza, hace una semana que salió de mi la siguiente frase:
- Estoy agotada, necesito soltar y dejarme cuidar.
Hace una semana de esa conversación, de pronto, una semana fuera de casa, nueva ciudad, nuevos espacios, nuevas lecturas, nuevas compañeras de trabajo y por tanto, nuevas personas que aparecen en mi vida.

A veces, algunas personas que pasan por mi vida no se imaginan lo agradecida o feliz que me siento de habérmelas encontrado, una frase, un silencio, un gesto del que quizás no son conscientes pero cuánto aprendizaje dejan en mi. Me guían, me llevan, me muestran, me sonríen, me divierten, me indican, me cocinan, me recogen, me acompañan...

Esas personas que van por la vida haciendo magia con sus sonrisas, con sus pasos, con sus silencios, no suelen llamar mucho la atención, más bien pasan desapercibidas, o en ocasiones no gustan a las demás personas y lo que es mayor, ellas, ni se imaginan el impacto que con sus acciones, pueden llegar a generar en la otra persona. Por eso hoy quiero reconocerlas.

Esta semana he estado rodeada de estos seres, han llegado a mi vida con aire fresco, con sorpresa, junto con una serie de cuidados desmedidos. Bombardeo de cuidados amorosos de personas desconocidas y no tan conocidas. Siete días recibiendo cuidados de personas hasta ahora, lejanas,más en el tiempo que en la distancia o personas antes inexistentes.

Y hace unas horas, mi último ángel, probablemente hace diez años no me hubieran calado sus palabras como lo han hecho esta tarde. Probablemente no hubiera sentido cercanía, y no por su forma de ser, sino por la mía de aquel entonces, por mi forma de mirar al mundo, esa forma que era experta en encasillar a ciertas personas en ciertos grupos, llena de creencias instaladas. Popkewitz, un autor que leí esta semana lo llamaría "razonamiento poblacional". Encasillar a un individuo en unas características que pertenecen a un grupo. Y precisamente este hecho no me hubiera permitido ver el ángel que le habita.

Dos horas y media de plática en un lugar cerrado, como es un coche, dan para mucho. No hay escapatoria, solo queda entregarte al viaje; a las palabras de la otra persona; a escuchar; al silencio; al sonido de tus propias palabras vibrando desde tu cuerpo mientras salen; al sonido de la velocidad.
Conversaciones profundas, experiencias cercanas a la muerte, esta palabra a la que tenemos tanto miedo, y aun siendo desconocidos, algo nos une, somos más parecidos de lo que nos imaginamos. Nos miramos y sonreímos. Te escucho y conecto contigo, me abres la puerta a tu corazón, pensamientos, emociones y decido entrar sin etiquetas, no quiero poner palabras a lo que me cuentas, solo escucharte con cariño, con la misma emoción con la que me cuentas. Mirarte con ojos amables y ver los tuyos bondadosos y entonces recordar "yo como tú".

La televisión a menudo sigue bombardeando violencia, sigue adormeciendo e inyectando miedo. Días como hoy, en los que me gustaría gritar al mundo, me queda este rinconcito de expresión para decir: "Todavía hay personas dispuestas a ayudar, a servir a la otra persona, a facilitar el camino en lugar de dificultarlo" solo hay que abrir los ojos y alejarnos de las etiquetas que contaminan nuestra mirada, si las pones no podrás ver a estos seres que seguro te rodean, a veces se esconden tras un traje de médico, a veces de maestra, a veces de militar...

Hace siete días, no podía imaginar este enorme cuidado recibido, sobretodo lejos de casa, sobretodo por personas desconocidas y de manera tan desinteresada. Infinitas gracias a las que estáis cerca y a las que estáis lejos. Regalos que llegan sin envoltorio y penetran hasta el alma.

Me siento afortunada de estar rodeada de estos seres conocidos y desconocidos, y aprovecho para decirte algo: "Seguro que si lees esto, eres uno de ellos".

Recuerda: "Todavía hay personas dispuestas a ayudar, a servir a la otra persona, a facilitar el camino en lugar de dificultarlo. Todavía hay personas que de manera desinteresada te apoyan" CONFIA

domingo, 7 de mayo de 2017

Ella...

Ella.
Que siente.
Que mira con los ojos del alma.
Que es bruja.
Que sabe sin que hable.
Que escucha sin que diga.
Que escucha cuando digo.
Que sube, que baja, que sube y baja al mismo tiempo.
Que viene y va antes que el reloj marque el siguiente minuto.

Ella.
Preparadora de ungüentos, de pócimas, de alimentos para el alma y también para mi cuerpo. 
Sanadora de heridas. 
Que acuna, que mece, que ríe, que llora, que acierta, que se equivoca.
Que intenta.
Que logra.

Ella.
Que camina, que corre, que baila, que trepa, que escala, que anima, que descansa, ¿Descansa?

Ella.
Estado alerta.
Reparadora de corazón, de pensamientos.

Ella, allí.
Yo, aquí. 
Dos lugares diferentes, más lejanos, más cercanos. 
Dos lugares en un mismo corazón.
Caminando a diferente ritmo, diferentes espacios, diferente tiempo...

Ella, aquí conmigo.
Yo allí con ella.






Para todas aquellas que experimentaron ser madres durante días, meses y las que siguen experimentando con los años.
Para todas aquellas que pudieron ver el rostro de sus hij@s, para las que lo imaginaron. 
Para aquellas que pudieron escuchar el llanto, para las que lo vibraron. 
Para aquellas que parieron naturalmente, las que lo hicieron por cesárea, para las que estaban despiertas y las que apenas se enteraron. 
Para las que acogieron o adoptaron.
Para las que se fueron, para las que se quedaron.
Para las que sintieron un embarazo sin poder ver el rostro que engendraron.

Para todas las madres, para todas las vidas.

jueves, 6 de abril de 2017

Origen: Amanacer; Destino: Hoy

Hoy, como otros días, subí al punto más alto de mi pueblo para ver amanecer y danzar mi cuerpo con él.

Hoy les dejo registradas sensaciones mientras mi cuerpo se movía con el viento, no es lo mismo porque aquí entre líneas no hay olores, ni viento, ni Sol, ni árboles... pero es una forma de compartir un viaje. Mi viaje en el comienzo del día de hoy:


"Me gusta esta sensación, me siento muy agradecida de estar aquí-ahora.

Agradecida de todo lo vivido, agradecida de mi partida y de mi regreso. Volver a pisar esta tierra. Ver de nuevo los mismos árboles que veía de niña. Paisajes quemados y no quemados. Rápidos recuerdos que pasan en mi mente, unos tras otro, infinitos...

Me quedo fijamente mirando el amanecer, una nube me trae hoy un amanecer diferente.
Me quedo ahi, mirando. Embaucada.

Y siguiendo mi danza, hay algo que me hace girar. Cuando volteo veo una gran cantidad de nubes que se acercan del otro lado también diferentes. A veces nos quedamos embaucados con un hecho de nuestra vida, contemplando un mismo acto y no nos damos cuenta de lo que ocurre del otro lado que es también maravilloso. Hoy las nubes tienen una forma especial, vuelan bajas, hacen líneas. Maravilla de sistema.

Se expande el infinito como si hoy estuvieramos más cerca del cielo, como si la tierra nos elevase hacia él.

Me siento agradecida, hoy me encuentro dos amaneceres, uno tras la montaña y otro tras las nubes. Nuestra vida, a un ritmo tan frenético que no observamos estos pequeños detalles que nos rodean.

Mirar alrededor. Ver una rama, observar cómo se balancea y cómo si la escuchas habla, trae un sonido, movimiento que se convierte en melodía.
Pájaros que acompañan.
Silencio.
Carretera de fondo con camiones y coches que van y vienen, con origen, con destino.

Y aquí, ahora mismo, sola con toda esta grandiosidad que me rodea, que nos une.

Mi cuerpo en movimiento me recuerda que estoy viva. Sonrío y me río de mi misma. Me divierto sin más.

Y sonrío y me río.

Hoy me costó levantarme de la cama, todavía de noche, pensé en quedarme en ese lugar recogido, calentito, protegido, pero ya sabía que cuando subo aquí, cuando contemplo el paisjae todo se pasa. Ya sabía que me iba a gustar.

A veces no deseamos hacer algo porque estamos más cómodas del otro lado pero podemos jugar con ese objetivo cercano que sabemos que nos va a gustar y nos va a ayudar a sacarnos de esas zona, de esa pereza, de esa rutina.

¿Me gustaría tanto transmitir lo que ahora siento?
Este milagro, cuando te detienes, simplemente estás, consciente, el sonido, la vista, tacto...  ¡Incluso puedo acariciar el viento! Acaricio, toco, hago de mi cuerpo un poema que me cuenta, que me transmite.

Y el Sol sigue su curso, las nubes siguen su curso. Nada se detiene. Todo fluye, pero has de salir a buscarlo. Has de salir al encuentro, aunque el encuentro sea detenerte.

Aunque el encuentro sea detenerte.

Respiro profundo.

Maravillosa vida.

Veo un pequeño fuego por el mismo lugar de donde sale el sol, veo agua a mi derecha, veo tierra y me imagino al viento cuando mueve la rama. Miro a mi alrededor. Rodeada de elementos y respiro vida.

Gracias vida."

Estas sensaciones que forman parte de mi son las que llevo en mi mochila a las escuelas, a los claustros, a las familias, al alumnado. Este acercamiento sigiloso a la vida, a detenernos, a entretenernos y ahí es donde el curriculum pedagógico sucede.

domingo, 5 de marzo de 2017

Experiencia de un taller.

A veces me preguntan a qué me dedico...
La verdad, según en qué contexto me encuentre respondo de una manera o de otra. A veces me quedo en esa superficie, en lo que se desea escuchar; un oficio conocido; una palabra que la otra persona identifica, hay un reconocimiento instantáneo a modo de radiografía y sin decir nada más, queda claro a lo que me dedico, educación, maestra, psicopedagoga. Digo esos nombres de oficios para que reconozcan una parte de lo que hago, sin embargo, es precisamente de la otra parte que forma mi trabajo de la que me gustaría escribir. 
Por ello, en la entrada de hoy me gustaría recrearme para compartir a qué me dedico a través de una experiencia que viví ayer. 

El 13 de febrero me invitaron a participar en unas jornadas con motivo de la celebración del día de la mujer trabajadora. El día del taller sería programado para el 4 de marzo.
Otra nueva propuesta, otro nuevo reto. Por supuesto que dije que sí.

Para quien no conozca, el Alto Palancia a veces se convierte en un lugar inaccesible, no por su situación geográfica, de hecho está muy bien comunicado; sino por una historia que ha forjado carácteres, que ha hecho que las personas que vivimos aquí, seamos, entre nuestros más y nuestros menos, de una determinada forma, como sucede en cualquier contexto geográfico del mundo. 
En esta comarca nos unen al igual que nos diferencian algunos rasgos. Suele haber uno generalizado: la escasa participación ciudadana.

Así que, mi nuevo reto se trataba de facilitar un taller dirigido a un público que no sabíamos hasta el mismo día del taller si asistiría. Maravilloso. Ahí solté todas las expectativas y empecé a sentir a escuchar el silencio, porque escuchando el silencio es cuando las ideas llegan, cuando el taller se forma solo, así de esa nada, de ese vacío, que a su vez es lleno de sabiduría. Silencio mi gran maestro.

Una tarde, mientras paseamos por las calles de Geldo para escuchar qué nos contaban, decidimos nombrar al taller "Retomando lo que nos une".  

En mi día a día conviven conmigo palabras como tejer, hilar, familia, linaje femenino, historia, linaje masculino, comunidad, vínculos, honrar, humanidad, pertenencia, escucha, inclusión, sistema...

Así que de todo este licuado de ingredientes: silencio, pasear por las calles del pueblo, retirarme, sentir y atender estas palabras que me llegan; nació el taller.

Un taller atrevido a la vez de pausado, 
Un taller suave a la vez que provocador.
Un taller desconocido a la vez que cercano.

Decidimos que unas palabras acompañaran el cartel "Si sabes tejer, y te apetece, trae tus agujas". Formaba parte de la estrategia y del simbolismo con el que a veces me gusta jugar, lo que hizo que unas personas se sintieran atraídas al taller y al mismo tiempo que otras se alejaran al interpretar y desconocer, postura que se aleja de la pregunta que invita a conocer (este hecho también nos caracteriza en algunas ocasiones como comarca, quizás también es así en la zona donde vives). 

Como decía, el cartel nos ha dado juego, ahí empieza el soltar porque ya no nos toca mover ficha, ahora le toca a quién lo lea, comienzan a brotar los primeros comentarios ¿¿"tejer, el día de la mujer??" ¿Cómo nos atrevemos a hacer un taller de tejer para celebrar este día? ¿las mujeres no sabemos hacer más cosas? ¿Por qué se nos sigue encasillando en estos tópicos?...

Me pregunto qué hubiera sucedido si en lugar de agujas se hubiera pedido un mando de la TV por ejemplo, ¿se hubiese armado tal revuelo?, ¿alguien podría pensar que con ese gesto estaríamos queriendo decir que las mujeres solo vemos la televisión? Pensar de esta forma me da que pensar. Sea como sea, creo que estos comentarios tienen un origen totalmente válido, desconozco cuál es pero pienso que son fruto de la violencia recibida de generaciones y generaciones atrás, por dolor almacenado, enojo, ganas de querer cambiar, de que las cosas se hagan diferentes, de frustración por la cultura patriarcal que se sigue manifestando y no sabemos en determinadas ocasiones hacia dónde enfocar o qué hacer con estos sentimientos que emergen, así que, en realidad lo más fácil es desfogarse con un cartel, con unas actividades que se desconocen. A veces creo que desde algún lugar es lo que pretenden, que nos separemos, que entremos en conflictos entre nosotras mismas, que nos entretengamos con detalles que no nos hacen ser mejores personas. Por otro lado seguimos haciendo y caminando unidas, avanzando a nuestro ritmo y tiempo.

Para mi, las agujas de tejer no es símbolo de mujer y por tanto me cuesta ver que actualmente sea un tópico porque en mi experiencia de vida he visto a una cantidad de hombres tejiendo e hilando con los que también he tejido y compartido historias. 
De todas formas, aunque así fuera, aunque imaginemos por un momento que nos juntásemos mujeres a tejer, ¿en realidad sería un tópico?, ¿vendría este gesto del patriarcado?, ¿queremos decir que las mujeres que se unen para tejer somos mujeres víctimas del machismo? o sea que, ¿cuando me junto con amigas o desconocidas a tejer estamos siendo víctimas de una cultura machista?, ¿cuando mujeres nos unimos a tejer estamos demostrando que solamente sabemos tejer?
Finalmente me pregunto ¿qué comentarios son los que se construyen desde una visión patriarcal? Y aunque así lo fuera, negar nuestra historia es en parte negar nuestro presente.

Para mi tejer tiene un valor muy diferente aunque igual me equivoco porque a veces, digo tonterías. 
Las mujeres de mi historia tejieron y tejieron, quizás igual que en tu historia. No se me pasa por la mente pensar que sea un símbolo tópico de debilidad, sino, todo lo contrario 

Así que tomamos de la mano todos estos comentarios que nos llegan porque fortalecen al taller, es más los necesito para seguir construyéndolo, porque aportan un diálogo nuevo que quizás había omitido y es necesario tenerlo presente, todo tiene cabida, todo tiene lugar, todo aporta. Y creo que eso es lo que hizo que el taller se convirtiera en un espacio de cuidado, de fortaleza y de humildad, todas estábamos representadas allí de una u otra manera, llegaron personas a tejer, otras no sabían muy bien a qué venían y también estuvieron presentes las que no asistieron.

Comenzaron a llegar personas de diversas edades, la más pequeña 2 años, la más mayor, digo yo en los 70 aproximadamente.

- Yo he venido a ver qué es esto, porque quien no viene nunca sabe. 
Entonces esa frase captó mi atención, estaba colocando las sillas y me di la vuelta con una sonrisa a mirar de dónde venía, vi sus ojos brillantes y contemplé algunas de las arrugas que se formaban en su piel, me alegré de recibir ese comentario. En las personas con mayor experiencia, esas que llegaron antes que nosotras y a las que a veces catalogamos de que no se enteran porque no saben sostener una tablet o apretar un botón, es donde residen las respuestas de la vida, a veces se equivocan por supuesto, pero eso no importa para captar esa mirada de experiencia, sencilla, humilde, sabia. Me refiero a una mirada amorosa hacia esa sabiduría admirable que en occidente nos cuesta un poco comprender, esa mirada me la enseñó Chiapas especialmente, sería otra entrada de blog hablar de cómo es esa mirada. 

El taller comienza, bienvenidas las risas y el juego, avanzamos... y hay un momento en el que las manos antes desconocidas ahora se entrelazan, las manos se tocan, se acarician, se cuidan. Contemplo con un golpe de vista todo a mi alrededor y decido congelar esa imagen en mi mente. Llegan desde la memoria colectiva un infinito de mujeres que sobrevivieron tejiendo más allá de sus agujas, mujeres que tejieron historias, que tuvieron que crear redes para fortalecerse entre unas y otras. 
Me llega también el recuerdo de un Mexico colorido gracias que lo destacan millones de manos que tejen. Veo el reflejo de mujeres indígenas hilando sus historias, tejiendo telas, tejiendo trenzas, tejiendo, porque al tejer, se crean lazos, nos reconstruimos como deseamos, hacemos y deshacemos sin desapego, nos entrelazamos unas con otras fortaleciendo nuestros vínculos humanos, centrándonos en aquello que nos une en lugar de acrecentar lo que nos separa. 
Y después, cuando las manos se distancian y se abren los ojos, sus miradas han cambiado.

Esta es la magia del oficio, ese que no nombro.

El corazón late, sonido de cientos de mujeres que habitan en nosotras al mismo tiempo, mujeres de aquí y mujeres de allá, mujeres diversas, diversas historias, sus historias y la mía.

Abrimos un espacio de silencio, de escucha, de introspección y, después de recibir el regalo de nuestro linaje femenino, construimos, cada quién a su manera, ¿quieres tejer? pues teje, ya no importa si esto es machista o feminista, estamos en otro estado, en otra dimensión, hemos abierto una puerta de espacio-tiempo para compartir, las excusas que nos traen hasta ahí en este momento son sólamente eso, excusas. Ahora ya no nos importa cuál haya sido la razón, ahora ya estamos presentes. 

Así que esto es la otra parte de lo que hago, trabajar con la grandiosidad que habita en cada persona y aprender de ello; ofrecer cuidadosamente espacios y tiempos para el encuentro; reconducir esa mirada compasiva hacia la historia, hacia lo que somos, hacia lo que hay en el presente, a veces jugando, riendo, a veces llorando, a veces muriendo, a veces naciendo...

Me siento agradecida a la vida por hacer lo que amo, por amar lo que hago. Recibo sonrisas, a veces enojos, a veces es fácil, a veces no tanto, sea como sea recibo fortaleza de ver personas que transforman su mirada hacia su historia, recibo sonrisas visibles y recibo sonrisas del alma. 
De momento me dedico a sembrar semillas en colectivos, escuelas, a veces con profesores, a veces con familias, a veces con el alumnado, y a veces como ayer, con grupos de personas desconocidas que terminan conociéndose. Algunas de estas semillas florecerán, otras no llegarán a brotar, pero ya no estaré allí para comprobar ni lo uno ni lo otro, porque ese ya será otro oficio, ya no el mío. Yo estaré en otro espacio, en otro tiempo, eso sí, sembrando, porque confío que de las experiencia que se viven en el taller alguna deja una huella en el alma, a veces es porque resuena contigo y a veces es porque te expulsa y te saca. Sea como sea, te está haciendo vibrar, te está haciendo escoger tu propio camino. Por tanto, sea como sea, siempre se siembra, siempre se aprende.
Esta es la otra parte seguir tejiendo en un encuentro profundo, desde el alma.

Y aquí les dejo un cachito de historias, de regalos recibidos de nuestro linaje. Un placer haber estado ahí aprendiendo de las niñas, de las adolescentes, de las adultas y de las que llegaron primero.


Gracias Geldo, gracias Alto Palancia, porque juntas construimos, sentimos y nos vemos con nuevos ojos.


Mientras tanto sigo observando, oliendo, visitando calles, pueblos, sigo conociendo costumbres, para seguir honrando y desde ahí seguir creciendo y seguir creando.



A tí mujer, que guías mis pasos desde otra época, desde otra historia, desde un linaje que llegó antes que yo. A tí mujer, que dio vida a quiénes me dieron vida... A ti mujer, mujeres que encontraron a los hombres adecuados para que mi linaje llegara a la persona que ahora existe en mi. No podía haber sido diferente, ni otras mujeres, ni otros hombres. Todo es perfecto como es, sino, hoy, no estaría escribiendo aquí, ni tú, leerías lo que ahora estás leyendo. En nosotras viven esas mujeres y hombres que dieron vida. Acojamos historias en nuestros corazones para seguir transformando el mundo en un mundo de paz

viernes, 24 de febrero de 2017

Danzando

Hoy recordé un video que tiene mucho significado y relación con mi trabajo.
Es un video donde se aprecia el movimiento de los pájaros en su vuelo. Una fuerza, una corriente, un impulso que les indica hacia dónde tienen que volar, cuál es su posición, y su función.

Esta imagen representa parte de lo que hacemos en las escuelas y me siento agradecida hacia todo y hacia todas las personas que lo hacen posible.

Esta es la danza que les guía, cada ave sabe su orden en ese grupo, lo siente, fluye, a veces guía y a veces es guiada, cada uno de los pájaros sabe cuál es su lugar, su función y entre todos hacen uno. Es una danza fluida, una danza al unísono que permite que haya menor desgaste de energía.

Esto es parte del trabajo que hacemos en la escuela, acompañar a que cada quien encuentre su lugar para danzar al unísono y así, en cierta forma, nos rendimos para entregarnos a este orden natural que permite que haya avances con menor desgaste de energía.
Mirar hacia ahí es tan sencillo que a veces nos cuesta mirar, requiere de un gesto de humildad porque ya no eres solamente tú, se conviernte en un nosotros y cada pieza es clave para dejar de ser la suma de las partes.

Como seres humanos vamos a otro ritmo, quizás perdimos parte de ese instinto que guía nuestros movimientos desde el sentir. Nos desintonizamos en un momento de nuestra vida.

Aun con todo, hacia ahí vamos, queriendo danzar. Danzando.

Otra educación es presente. 
Video (Wysinfo Docuwebs: Dance of the Starlings - Murmuration at Sunset)

viernes, 13 de enero de 2017

Educación inclusiva

Hoy aprovecho este pequeño espacio para comunicar desde la necesidad. La necesidad de seguir invirtiendo amor, tiempo, ganas, entusiasmo en lo que es mi grano de arena para promover aulas inclusivas, escuelas inclusivas y por lo tanto espacios inclusivos también fuera de ellas.

Desde mi punto de vista, -ya que no quiero decir que así sea- no tiene sentido que sigamos poniendo de moda las inteligencias múltiples como desarrollo integral y parte holística de nuestro Ser y que después deseemos que haya niños y niñas que salgan de nuestras aulas, me pregunto ¿para recibir más atención? ¿para desarrollar sus inteligencias?

Las inteligencias múltiples no son materias, no son herramientas, no se trabajan en un momento determinado como una asignatura... Nos acompañan toda la VIDA a todos y a todas porque van con nuestro ser. Y todos y cada uno de los Seres humanos podemos aportar grandiosidades porque existe ese valor dentro de cada uno de nosotros y nosotras.

De verdad, inspectores, diseñadores de leyes de educación, mamás, papás, educadores, maestras, maestros... que no puedas ver esa grandiosidad en el niño o niña que tienes ante tus ojos, no quiere decir que no la tenga. Que no veas tu propia grandiosidad (tal y como eres) no significa que no la tengas. Nadie necesita salir del aula. Se necesita ENTRAR.
Entrar en los corazones de los niños para acercarnos a su forma de pensar y de sentir.
Se necesitan personas que, en todo caso, entren al aula para acompañar en este proceso, pero por favor señoras y señores, sobretodo señor licenciado en derecho, ministro de educación:

- Ya no se necesita salir más. Las aulas necesitan llenarse de niños y niñas sin excepciones y esto también requiere de inversión, entre muchas otras cosas, de maestros, maestras y demás especialistas.

Aun así, mientras esto llega.... no podemos quedarnos esperando, amemos y respetemos al alumnado tal y como es, acompañemos a que desarrollen sus capacidades, pero no solamente las cognitivas, sino que les acompañemos a descubrir quiénes son, qué les gusta hacer, cuáles son sus habilidades y si no llegan a la media de la clase por ejemplo en matemáticas, preguntémonos qué está bloqueando ese proceso, quizás es mi forma de enseñar o quizás es que ha llegado a su máximo esfuerzo y ha dado lo más de si y no lo estoy valorando ni teniendo en cuenta. Lo que para un niño es un 5 de nota, para otro niño ese 5 puede ser un 10 porque ha dado su máximo esfuerzo, pero no se tiene en cuenta y se queda con el 5 y eso me resulta muy triste.

Pasamos a mirar el resultado olvidándonos de todo el proceso para llegar a él y lo medimos en un examen, con la misma nota, con las mismas valoraciones para todos y todas igual. Esto me recuerda a una imagen, creemos que ofreciendo lo mismo a todo el alumnado es una manera equitativa y no es así, ofreceríamos equitativamente si todo el alumnado tuviera las mismas posibilidades para llegar al resultado.

Y termino por hoy comentando lo que se genera adentro de mi cuando se habla de inclusión. Se manifiesta una pequeña incomodidad porque soy consciente que desde mi punto de vista ya estmos incluidos en el Todo, que nada nos separa y que todo nos une, y que es el conocimiento necio del ser humano el que se empeña en seguir dividiendo y separando. Y al mismo tiempo todavía sigue siendo necesaria porque hay creencias que separan. Así que, hablar de inclusión me avisa que queda un camino por recorrer, me avisa que seguimos enfocándonos en esa exclusión que todavía asoma por las esquinas y las no tan esquinas porque a veces la exclusión ocupa km, incluso países enteros. Asi que, desde mi lugar sigo haciendo mi pequeña parte, para que, un día ya no tenga que utilizar esta palabra "inclusión" porque ya estará Todo incluido conscientemente.