jueves, 17 de agosto de 2017

Olas... en tres días.

Primer día. 
Agarrar la tabla. De repente parece que mi brazo es más corto porque apenas me da para sostenerla, el invento en mi pie izquierdo. ¿Invento?. Sí, palabra nueva, como tantas otras que de momento me suenan a chino... Invento es el cable o correa que une uno de tus pies a la tabla. Así que invento por aquí, invento por allá... En este instante y todavía en la arena respiro y observo, estamos solas la tabla, la correa y yo y quiero fotografiar este momento en mi memoria, me río de mi misma, de este no saber y permitirme ser con este personaje a veces parecido a Mr. Bean, me entretengo con la risa y con el invento...
Ahora camina y al agua!. Súbete a la tabla y mantén el equilibrio, si me muevo tiemblo y todo se balancea, si no me muevo no avanzo, me estanco. Recuerdo que las aventuras que mayor aprendizaje me trajeron, comenzaron con eso, con un temblor.
¿Tiemblas? Pues entonces, ¡Míralo de frente! me digo a mi misma. Subir-temblar-caer-subir-temblar-caer... risas y más risas. 
Hoy, por primera vez que yo recuerde en mi vida, ha sido el día que más tiempo he estado en agua de mar.

Segundo día. Parece que mi brazo es un poco más largo porque ya puedo agarrar la tabla sin dificultad, incluso no se ha enredado el invento al caminar, eso sí, en el agua es otra cosa, de pronto siento la correa entre los dedos de mi pie, me río. Cuando llego donde el grupo pruebo a sentarme, ellos esperan la ola, están en otro pensamiento, mientras tanto yo observo sus movimientos, para ellos es fácil, para mi es fascinante observar cómo tienen tanto equilibrio, cómo dan la vuelta a la tabla y cómo reman, ni cuento lo que es verles danzar sobre una ola. 
No tengo prisa, si no es una ola, será la siguiente. Remo y remo, me siento y me tumbo sin caerme, para mí ya es todo un avance que celebro en silencio conmigo misma. Tardé 25 años en aprender a celebrar mis propios logros, a verlos sin que nadie más los viera y esos pequeños detalles me divierten. 
Este momento de celebración me transporta a la escuela... 
Durante los años como alumna y también como maestra, me he encontrado con maestros/maestras que obsesionados en conseguir que su alumnado, de tan solo 5 años, hiciera bien la "e", olvidaron y siguen olvidando el proceso, han olvidado que "Claudia" está celebrando que ha aprendido a agarrar el lápiz, que "Jacobo" ha conseguido hacer la "e", no esta, sino la mayúscula...
...pero no se les ve, nadie se ha dado cuenta de estos logros, ni siquiera Claudia lo está celebrando porque nadie le dijo que eso que había conseguido era un gran avance y ella todavía no lo sabe, nadie se dio cuenta como para preguntarle ¿Cómo te sientes? o ¿Qué opinas de que ya puedes agarrar el lápiz?. No sucede, así que Claudia y Jacobo siguen creyendo que no llegan a la dichosa "e", esa "e" enlazada que, en todavía muchas escuelas, tiene que saber hacer cualquier niño/niña de tan solo 5 años, porque alguien se lo inventó. Así que estoy contenta de haber aprendido, después de muchos años, a celebrarme a mi misma.

Todavía no me toca agarrar olas, estoy en otro momento, disfrutando del proceso, sin darme prisa a mi misma, todavía no tengo que llegar a la "e". Mientras tanto, veo feliz cómo el resto la disfruta y de pronto su felicidad se convierte también en la mía. 
Apenas veo las olas, el sol ya hace un rato que se ha escondido, no encuentro el momento de salir del agua, cosa que me sigue sorprendiendo. Entonces recuerdo ese instante en el que mis padres nos llamaban para que saliésemos del mar porque nuestros dedos estaban más que arrugados. Hubo un momento en que sí me gustó la playa, lo había olvidado. En los últimos años mis viajes a la playa quedaban satisfechos con un día en todo el verano y a veces, ni entraba al agua. Incluso veranos en los que ni la he visitado. Siempre me ha gustado más nadar en la piscina, quizás es momento de transformación.

Tercer día. La entrada al agua parece más organizada, subo a la tabla, me doy cuenta que esta es más estrecha y un poco más corta, así que intento adaptarme.
Hoy es el tercer día, sin embargo estoy más nerviosa, no se por qué, quizás también el mar está más agitado o quizás voy conociendo más riesgos, no importa, sea lo que sea los nervios están ahí, así que les doy la bienvenida y los observo y se convierten en otro integrante más de la tabla, hoy decido conformarme con mantener el equilibrio y prestar atención a la postura de espalda y cuello, para que no se cargue y me duela como el día anterior.
Remar, remontar, levantar pies, echarse hacia atrás para contrarestar peso, levantar cabeza, girar la tabla, sentarse, tumbarse... 
Esto me transporta a mi primer día de prácticas en la autoescuela, el primer día pensé que no podría cambiar de marcha y que necesitaría un coche automático... demasiada información. Ahora mis manos y pies se coordinan sin que yo les diga qué han de hacer. Lo mismo que me sucedió en clases de natación o cuando aprendí mecanografía... El cuerpo es sabio, el cuerpo registra las experiencias y él solo sigue el movimiento inconsciente.
Ayer me acordé de Mazunte (Mexico), de su respeto, de su grandiosidad, de su fuerza, de su gruñido, de los aprendizajes que me trajo, uno de ellos a pedir permiso cada vez que pongo un pie en sus aguas. Hoy no es Mazunte, es Mediterráneo, no importa, todas las gotas están conectadas de una u otra forma y el mar me sigue transmitiendo ese respeto y admiración. Sigo mirando al horizonte, con mis nervios, con mi miedo y agradezco por la oportunidad que me brinda: aprender con él. 
Te voy a ir probando sorbo a sorbo, no tengo prisa, le digo. Traéme las olas cuando tú lo desees, yo espero, no he de llegar a ningún lado, ya he llegado, estoy aquí aprendiendo contigo a mantenerme en equilibrio. Mientras tanto, voces de fondo que me preguntan cómo estoy, entonces sonrío, me siento muy acompañada, agradecida, feliz de respirar este momento.
Estoy probando, aprendiendo a conectarme con mi cuerpo en el mar, las olas... llegarán.
Deseo seguir, algo adentro de mi, algo más fuerte me impulsa a hacerlo. No se si aprenderé a ponerme de pie sobre una tabla, no se el tiempo que mi cuerpo me seguirá pidiendo venir al mar. Solo se que de momento he de estar ahí, aprendiendo a estar en equilibrio desde otro lado.
Y mientras tanto traigo conmigo la frase que me gusta y que dejé en alguna otra entrada: "A mi ritmo y a mi tiempo"

Para vosotros dos (J.J.) que me habéis alentando desde hace meses a que probase el surf. Gracias por acompañarme, por aconsejarme con cariño y humildad desde vuestra experiencia, gracias por abrirme los brazos en vuestro grupo.
Y gracias a los compañeros del club (C.S.B.): por ponerlo tan fácil, por las risas, por acompañarme desde vuestras tablas sin conocerme, por hacerme un lugar en las cenas de la playa, por esos pequeños empujones, por la confianza con la que me encuentro sin apenas saber quiénes sois.
Gracias.
Imágenes: pixabay

miércoles, 2 de agosto de 2017

Parpadeo

Parpadeo.
Un segundo.
Parpadeo.
Reflejo involuntario, acto que permanece para el resto de nuestra vida.
Siempre en ti, en mi, en nosotros.
Movimiento permanente incluso en las miradas que quedan hiptonizadas.
Y cuando menos lo esperas... Parpadeas.

Parpadeo.

Solo un parpadeo...
Han pasado años.
Parpadeas.
Y no te has dado cuenta.

De repente te preguntas:
¿Qué he hecho con lo vivido hasta ahora?

¿Lo elegí?

"Un" parpadeo, conoces a alguien.
"Otro" parpadeo, ese alguien ya no está.
Nunca sabrás cuántos parpadeos van a suceder entre "un" y "otro" parpadeo. Pueden ser horas, días, semanas... años.

Por eso aprovecha cada abrir de ojos porque te recuerda que sigues en la vida, que puedes escoger hacia dónde mirar la próxima vez que los abras. Puedes buscar. Puedes huir. Puedes amar. Puedes fluir. Puedes atreverte. Puedes aprender. No tengas miedo o tenlo todo.

Parpadeos entre desconocidos.
Parpadeos que terminan conociéndose.
Parpadeos que creen conocerse.
Parpadeos cómplices.
Parpadeos fugaces.

Todo se transforma tras un nuevo parpadeo.

Parpadeo eterno.
Parpadeo que hiptoniza.
Parpadeo que se difumina entre parpadeos...
Parpadeo que se esfuma.
Parpadeo de niña.
             ...de adulta.
             ...de anciana.
Parpadeo de una noche.
Parpadeo de una vida.
Parpadeo que no entiende.
Parpadeo que agradece.
             ...que juega.                        
             ...que bromea.
             ...que pinta con colores diferentes.
             ...que juzga.
             ...que acoge
Parpadeo con olor a sexo.
Parpadeo que expande pupilas.
Parpadeo que contrae.
Parpadeo que mira de frente.
Parpadeo que se esconde.
Parpadeo conjunto.
Simplemente parpadeo.

A veces no espera.
Se detiene.
Medio parpadeo. Los ojos se quedan cerrados y no vuelven a despertar, a veces no vuelven a despertarse incluso abriéndolos de nuevo, incluso viendo.

Así que, habla, expresa, comparte lo que sientes, no esperes al siguiente parpadeo porque quizás ya no despierta, quizás se ha marchado, quizás ya no desea mirar, quizás se ha transformado o quizás sigue dispuesto a seguir parpadeando.

Quien sabe.
Quizás.

Eso sí, el parpadeo ya no será el mismo.
Algo se habrá transformado.

Gracias a todos los parpadeos, los de segundos, minutos, los ausentes y los presentes. Parpadeos pasados, parpadeos que vendrán.
Ese parpadeo en mi, dejó aprendizaje, y te lo devuelvo en forma de agradecimiento.

Por ese parpadeo que, fuera el que fuese, fue mío, fue tuyo, fue nuestro.

Imagen: Pixabay. Patrick Marty