domingo, 5 de noviembre de 2017

Cuidados...

Quiénes me conocen saben que discrepo en algunos puntos de las ONG´s, demasiado largo para comentarlo aquí, así que lo resumiré en que mi experiencia en Chiapas durante 6 años de vida tuvo no algo, sino todo que ver en mi mirada hacia ellas. Me cuesta expresarlo porque todavía no he encontrado palabras que puedan reflejar qué se vive o se siente estando allí. ¿Cómo puedes explicar una sensación, un olor, un color...? Tienes que vivirlo, experimentarlo, de la misma forma que experimentas el caer, morirte, volver a renacer y "re-cree-arte", todo ello en unas pocas líneas es difícil de explicar, al menos yo todavía no las he encontrado y creo que tampoco aportaría justificar el por qué de mi opinión hacia las ONG´s para lo que deseo contar a continuación.

Hoy quería dejar rastro de esta experiencia que he vivido recientemente. Todo comenzó con una llamada de teléfono de una compañera del grupo de investigación en el que participamos, en quién confío plenamente. Aida. Confío en ella como persona; sus acciones, su forma de ser y estar nacen de su órgano palpitante, ella para mi es como un angelito de la guarda que permanece en silencio para decirme las palabras justas en el momento preciso, con seguridad, entereza, análisis. Apenas nos vemos (bueno últimamente no veo a muchas personas) y aunque se lo he dicho alguna vez para mi es, junto con otras personas de mi entorno, otro de los apoyos en este proceso de tesis.
Me explicó una propuesta, me preguntó si estaría interesada en ofrecer una ponencia acerca de la "pedagogía de los cuidados". Le comenté que yo no tenía formación precisa en dicho tema. - Sí, tienes tu experiencia, desean una ponencia que hable acerca del cuidado en la comunidad escolar y como está relacionado y enfocado al tema de tu tesis he pensado en ti.
Los sentimientos con los que me encontraba justo en ese preciso momento en que sonó el teléfono se transformaron hacia el agradecimiento, un agradecimiento expresado como sonrisa en mi rostro por sentir de cerca la confianza de Aida en mi trabajo.
Quiénes me conocen saben que me retiro por unos momentos a sentir las propuestas, me doy el tiempo necesario para que reposen en el corazón, a veces son minutos, a veces horas, a veces días. Escucho a mi cuerpo, me gusta escucharlo, según la forma en que mi cuerpo respira la propuesta se si es para mi, si es o será en un beneficio mayor cada decisión (claro está que a veces también me equivoco y termino enredándome en asuntos pero coincide que esto sucede cuando estas decisiones son tomadas desde el impulso y la acción-reacción) cuando bajo al corazón, casi nunca se equivoca. Pues la propuesta de Aida, solamente me costó unos minutos, viniendo de ella ya era una propuesta del cuidado, del cariño, ella conocía mi momento, así que dejándome sentir, todas mis creencias acerca de las ONG´s se podrían dejar de lado. A veces me viene bien dejar de lado las creencias, romperlas, jugarlas, removerlas, porque quizás pueden volverse limitantes y desde esa limitación, al menos yo pierdo oportunidades de aprendizaje, me estanco.

Me sentí cuidada por Sandra durante el proceso de preparación, atenta a los mails, dispuesta, entregada, dulce al otro lado del teléfono para explicarme el programa y lo que fuera necesario. Así da gusto trabajar porque el trabajo deja de ser trabajo cuando se convierte en pasión y se recibe, claro que se recibe.

Ayer fue la ponencia, Aida me llevó de la mano sin saberlo. Y sin saberlo también yo me encontré con personas conocidas en la sala. Sonrisas, encuentro. El cuidado, el reconocimiento, el cariño, la entrega...
No llegué a contar nada nuevo, no llegué a contar algo que no conocían, llegué para recordarme y recordar aquello que a veces se nos olvida.

Regresar al origen, a lo sencillo, a lo que va antes de lo que vemos para amarlo desde un inicio y entregarle el valor y reconocimiento desde nuestra mirada, sin necesidad de hacer grandes cosas, detenernos a respirar y saborear ese preciso instante, mirar a la otra persona tal y como es para cuidarla si es que deseamos hacerlo. Para cuidarla a su forma y no a la nuestra, porque hay infinitas formas de cuidar, tantas formas como personas.

"Cuidamos aquello que conocemos, pues atrevámonos a conocer al alumnado en su expansión, entremos en su mundo, no para convertirlo en chisme, sino para saborearlo y dignificar lo suyo, para decirle: "Me interesas más allá de las paredes de esta escuela, te amo con todo" y ese todo implica su historia, su familia, sus costumbres, su barrio... Necesitamos saber de nuestro alumnado, desde el cariño, desde la atención, y se convierte en un arte que solo quiénes desean pueden acceder a él."

Recibimos más cuidados de los que creemos, una dificultad es que a veces deseamos que el cuidado que vayamos a recibir nos lo entregue alguien en concreto y además, de la forma que no expresamos porque esperamos que la otra persona lo adivine. Tenemos la oportunidad y responsabilidad de decir cómo deseamos ser cuidadas, al igual que tenemos la oportunidad y responsabilidad de escoger cómo deseamos cuidar y desde qué lugar hacerlo: si desde un lugar que se añade a la lista de reproches, más conocido y famoso  por la frase "con lo que he hecho por ti"; si deseamos cuidar desde un lugar complaciente; desde el amor incondicional...; o desde cualquier otro lugar en el que ahora no caigo. Tú decides. Otra dificultad es que a veces la vida nos pone ante diferentes situaciones que tenemos que afrontar y quizás no estamos preparados para decidir.
¿Qué puedo hacer en ese momento?.
Creo que siempre es linda opción el dejarnos cuidar, recibir el amor que el universo nos entrega y está en cada detalle de nuestro entorno.

Como suelo decir, no solo nuestro camino de cuidar es el correcto, no solo las personas que nos reunimos en esa sala estamos en lo acertado por el deseo de querer convertir la escuela en un lugar mejor, habrá muchas formas, muchos caminos. Desde este pequeño lugar te recuerdo que también hay muchas personas mirando al mismo lugar que tú. No te sientas sola, no estás solo. Somos más. Muchos más...

De la sala me despedí en plenitud, alegre, entusiasmada, agradecida por encontrarme con estas personas que hicieron que la ponencia se diese sola, fácil, fluida... Y por si fuera poco lo recibido, todavía Sandra me entregó una bolsa para alimentar mi cuerpo y mi mente. Así que compartir este regalo en compañía será otro de los regalos y placeres. Me siento afortunada, en abundancia y plenitud.

Gracias al grupo de ayer, por esas miradas que ofrecieron y recibieron, son las que el mundo necesita. Ustedes ya saben a cuáles me refiero.

Gracias Eva por el reencuentro en todos los sentidos.

Aida, te tocará venir a probar el te. ;)