jueves, 2 de febrero de 2023

Del miedo a no atreverse al miedo a detenerse en la crianza

La entrada de hoy se balancea entre los extremos del no y los extremos del sí.

Quizás eres de una generación que también aprendió desde el "no puedes tocar eso, no puedes tocar aquello, no saltes que te caerás, no corras, no te subas ahí. No. No. No. Se ha utilizado y se sigue utilizando la sobreprotección desmesurada a base del miedo. 

No, no, no. 

Un "no" que constantemente predice con total seguridad lo que sucederá. Un "no" que abusa del límite e incluso deja de tener efecto porque forma parte de la banda sonora diaria. Un "no porque algo malo te sucederá" que invade desayunos, paseos, escuelas y permanece en cada rutina del hogar. 

Cuando ese "no" se convierte en hábito es el miedo el que surge para instalarse en algún lugar de tu cuerpo. Paraliza. 

Y entre lo que puede desencadenar el exceso de miedo encontramos que, si una sociedad vive sumergida en el miedo ésta se queda estancada y, por supuesto, se convierte en una sociedad altamente manipulable.

Hace años que en la escuela dejé de decirle al alumnado "no hagas eso porque te vas a caer". Así que ser maestra me ha facilitado algunas cosas para acompañar a mi hija de la manera que deseo o al menos, de la manera más parecida posible a lo que deseo. 

Observamos cómo coexisten ambas formas (la del NO y la del SÍ) de manera paralela. 

El "sí puedes, continúa". "Sí puedes". "¡Atrévete, vamos, adelante!"

Sigue, sigue, sigue. No te rindas. Aunque te enfermes, tú continúa.

Sí, sí, sí. 

Y así conviven ambos de la mano, un "no puedes" y un "no te rindas que tú puedes con todo".

Ambos tatuados bajo la piel en forma de creencias.

Del miedo a no atreverse al miedo a detenerse. 

¿Y el equilibrio? ¿Dónde lo hallamos en estas dos corrientes?

¿Y cómo se puede trasladar a la crianza?

Antes de seguir me gustaría recordarte que si eres madre o padre sabrás que no hay recetas mágicas. Solamente hay recetas que te servirán o no te servirán. Yo solo hablo de mi experiencia y de lo que me funciona o no. Lo comparto con el fin de que si te gusta y te sirve por un tiempo, lo tomes. Y si no, lo dejes pasar.

A continuación iré centrando el tema tomando como ejemplos situaciones que hemos vivido sobre todo en el parque. Aunque pareciera que estoy hablando de contenido diferente, conforme vayas leyendo podrás ir enlazándolo y verás cómo cobra sentido. Iremos balanceándonos entres síes y noes...

Me gusta cantar con mi hija una canción de "El kanka" que dice: "sí que puedes". 

Me gusta ver de cerca a mi hija cuando intenta algo nuevo y yo simplemente estoy ahí:

- A veces solo con mi mirada la observo en silencio, atenta a sus movimientos le transmito un "aquí estoy" sin pronunciar palabra.

- Otras veces, le aliento.

- Otras, le coloco mis manos en un lugar próximo a su cuerpo sin decir nada. Siempre a su lado en mayor o menor distancia dependiendo de si hay un riesgo de caída mayor.

Y así, dependiendo de cada situación puedo hacerlo diferente y empleo frases como: 

- "Hazlo con cuidado"

- "Sí que puedes"

- "Recuerda cariño: con concentración y confianza".


En el parque, quitado el típico columpio de balancín, al que sí decidí subirla por varios motivos, nunca le he subido a ningún otro columpio o tobogán sin que ella pudiera hacerlo por sí misma. Como mucho le he acercado mi pierna por si ella podía así escalarlo.

Y así, con todo lo demás, he estado cerca acompañando sin hacer mío su logro. Con un año podía subir las escaleras del tobogán y yo, aunque bajo la atenta mirada en forma de presión de otras familias simplemente le recordaba "con cuidado, concéntrate en tus pies (y se los tocaba) y en tus manos (y se las tocaba)"

Yo estaba cerca para evitar accidente mayor, no menor. Siempre he creído que era mejor para ella conocer algunos de los peligros por sí misma y no porque yo le dijera. Otros, los peligros de riesgo mayor como por ejemplo, la estufa o la puerta del horno, por supuesto, es otra forma de hacer. Nunca hemos tenido protecciones especiales y nunca se ha quemado con ello. Desde que empezó a gatear de vez en cuando yo aproximaba su mano con mucha delicadeza hasta una distancia prudente para que sintiera el calor que desprendían y le decía al mismo tiempo: "cuidado, el horno quema".

¿Y qué tiene que ver esto con el "sí puedo y el no puedo"? 

Me sirve para ir enlazando diferentes formas de hacer que muestran de manera aproximada cómo podemos mantener equilibrios en la crianza.

A modo de recapitulación, una de las claves para mí en este equilibrio ha sido recordarle de diferentes maneras: 

- "¿Te sientes segura y con confianza?"

- "Si estás segura de que puedes, hazlo con confianza, si ves que no puedes, dime".

- "Recuerda cuidar tu cuerpo".

- "Si tu cuerpo está preparado, hazlo con seguridad, si no lo sientes preparado, dime".

- "¿Crees que puedes lograrlo o necesitas ayuda?"


Si necesita ayuda siempre le he ofrecido la ayuda mínima con el fin de que sea ella la que decida si puede o si no puede y debe esperar otro momento.

Si en algún momento ella me ha dicho que no puede he actuado de dos maneras según la situación:

- "Yo creo que sí puedes lograrlo ¿y tú?" 

- "¿Quieres intentarlo? Yo estoy aquí contigo"

- "Si no quieres, puedes hacerlo de la manera que te sientas segura"

-  "Si no te sientes segura también es valentía decidir no hacerlo"

Ahora, con casi tres años la palabra "valentía" la he ido introduciendo en situaciones como las de este ejemplo. 

El entorno social y también una parte del familiar le empuja hacia una connotación de la persona valiente como aquella persona que se atreve a hacer las cosas. 

Imagino que también te sucederá porque es otra de las costumbres sociales bastante anclada. Mi alumnado a lo largo de estos años me ha ido enseñando que también denota valentía la persona que se atreve a decir delante del resto: "no puedo, no estoy lista" o simplemente, "no quiero".

Hace poco, en la feria, vi cómo se le llamaba valiente a un niño por atreverse a subir a una atracción que era para personas adultas. Una amiga del niño quiso acompañarle empujada por este aliento hacia la valentía. En el último momento ella decidió no subirse a la atracción y recalcaba que no había sido valiente, que no se había atrevido a subir. Yo conozco a esta niña y me sentí con la confianza de decirle: "Cariño, no atreverse también puede ser de valientes. Creo que has mostrado valentía por escuchar a tu corazón y no haberte subido si era lo que querías aun con toda la presión del resto de personas".

Me gusta cuando vamos al circuito de bicis y mi hija quiere aprender a bajar nuevas rampas, algunas las logra y en otras se detiene, se queda pensando y ella misma con casi 3 años dice: no me siento segura, da media vuelta y busca la alternativa. Yo siempre le refuerzo que expresar ese pensamiento o acción de no atreverse es cuidado y respeto hacia sí misma y es lo más importante.

Y ahí voy en la crianza. Vamos.  Ambas dos (mi hija y yo) aprendiendo la una de la otra en nuestros sí puedo, sí quiero, no puedo y no quiero. Balanceándonos. Creciendo juntas.

Deseo que este escrito pueda apoyarte. Y sino, pues déjalo pasar.

Gracias por leer y si lo deseas, puedes compartirlo y/o dejar tus comentarios.