Salgo a pasear y me encuentro con unos amigos y su hijo. Entonces al saludar sucede... Saludo a la mamá, al papá y entonces... ¡Dale un beso! El niño o la niña levanta ligeramente su cabeza y me mira hacia arriba, a veces con vergüenza, a veces con temor, conecto con su mirada y le comento: ¡Solamente si tú quieres! Si no quieres no tienes por qué hacerlo, nos podemos saludar en el aire o con una sonrisa...
Se obliga a los y las niñas a besar, la presión social invade el
cuerpo, hay que besar a desconocidos y desconocidas que se encuentran en
la calle, en la tienda, en los cumpleaños... Y sí, incluso a veces esas tías y
tíos también son desconocidos.
Cuando un niño o niña quiere dar un beso o abrazo lo hacen instantáneamente, sus ojitos brillan y no es necesario decir: dame un beso. Acompañémosles también desde nuestra coherencia cuando no queramos dar un beso. Porque de lo contrario, es cuando se aprende a besar porque sí, besar para que me acepten, porque si doy el beso esperado me aprobarán, porque si doy el beso esperado la sociedad me aceptará ya que de esta forma demuestro inconscientemente que soy amable aunque no se me antoje serlo en ese momento. Y entonces, puedo llegar a dar ese beso que no me apetece a ese primer novio ¿y si me acostumbro a ello sin replantearme si me apetece o no besar? ¿Si sostengo el ser besada también para que me acepten?...
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