domingo, 23 de julio de 2017

Mirada incluyente

Voy manejando, calle estrecha, reduzco marcha, observo con cuidado mientras me abro paso entre personas que caminan a ambos lados.
De pronto, delante de mí una señora camina de lado, cierta parálisis le impide mantener erguido su cuerpo, con un poco de dificultad se hace a un lado para que yo pase, le miro con ternura, veo su mirada fuerte aunque ella no me mira, sigue su camino.

Lo siguiente que veo es un banco con varias personas sentadas, en conjunto se voltean mirando a la señora que camina despacio, a su ritmo y la señalan riéndose.

A mi parecer tendrían 14 o 15 años. Me quedo pensando al respecto, al mismo tiempo que sigo manejando...

Durante los primeros minutos de mi viaje me sigo haciendo preguntas:
¿Puedo hacer algo para que estas actitudes cambien?
¿Cuál es mi función en una situación así?
¿Cuál es mi función dentro de un sistema llamado escuela ante situaciones de este tipo?
¿Buscamos responsables o nos responsabilizamos en conjunto?
¿Qué educación pretendo contagiar?
¿Deseo seguir con una educación que critica y juzga a quiénes critican y juzgan?
¿Deseo cambiar el entorno o deseo cambiarme a mi misma en este entorno en el que vivo?
¿Dónde decido enfocar mi atención?

Para mi está claro que habitualmente estos hechos (el quedarse mirando a alguien que camina diferente) suelen hacerlos los niños más pequeños desde su inocencia, desde el descubrir el mundo con diferencias. Cuando tienes 6 años te llama la atención aquello que es diferente. Para ello, es necesario que se les acompañe a mirar el mundo que nos rodea con ojos bondadosos, con explicaciones, sin tabús, sin victimismo, sino por todo lo contrario, desde una mirada de fortaleza, una mirada que da respuestas, quizás no las acertadas, pero sí respuestas que aportan una mirada amorosa, empática que, sin caer en "pobrecilla" podamos hacer resurgir desde nuestro corazón otras fortalezas que seguro esa persona tiene. Entonces es cuando sucede, y de manera inconsciente no me coloco en posición privilegiada por encima de ella diciéndole "pobrecilla" sino que soy capaz de voltear hacia mi misma para ver qué es lo que a mi también me falta. Entonces ya nadie está en posición privilegiada, la miro con otros ojos, con ojos de fortaleza, porque igual que veo la mía propia, puedo ver este reflejo en su rostro.

Vivimos en una sociedad que bombardea con superficialidad. Nos olvidamos, en algunos momentos, sobre qué es lo que hay detrás de cada ser, qué esconde en lo profundo de su corazón y que a veces no es visible. A veces tan profundo que nisiquiera una misma persona puede descubrir su propio potencial.

En relación a esto quiero comentar algo, a mi parecer muy lindo que viví con las hijas de mis amigas en la playa el pasado domingo. Ambas tienen 6 años. Una de ellas dijo en voz baja, de repente, sin filtros, al natural, con esta inocencia de la que hablaba al principio:
- ¿Sabes que he visto a un hombre con 3 tetas?
- ¿Con 3 tetas?
- Sí, llevaba dos aquí y otra aquí (señalando la barriga)
- Ah, sí, claro, es que hay veces que a las personas les pueden salir bultos de grasa en algunas zonas de su cuerpo. Algunas veces se pueden quitar y otras veces no. De todas formas no sé que será. Cada cuerpo es diferente.

Se quedó pensativa y después continuamos jugando con la colchoneta, con las olas...
Al rato, su comentario hacia otra niña fue:
- Mira, ese señor tiene un bulto en su barriga, quizás no se lo puede quitar. Creo que es el papá de ese niño.

Desde mi punto de vista se convirtió en un diálogo más natural, en una mirada incluyente donde se había visto la diferencia pero no se había convertido esta en algo que separa y aleja sino en algo que acerca.

------

Pienso que acostumbrarnos a tener una mirada incluyente puede acercarnos al resto de historias con las que nos cruzamos. Podemos ir recordándonos de unos a otros todo aquello que nos une, en lugar de recordar constantemente en aquello que nos separa, nos limita y distingue. Diferencias que, al acostumbrarnos a vivirlas con naturalidad, nos hacen ser menos extraños.

Este es uno de mis retos en los que me vivo últimamente con apertura: Aprender a convivir con aquellas historias, personas o situaciones de las que me hubiera alejado en otros momentos de mi vida, por creer que eran tan diferentes a la mía.

Así que con este propósito escribo, no para compartir que mi mirada sea inclusiva, sino  para que me recuerdes este reto, para que me acompañes y me guíes cada vez que me olvide de esta mirada.

¡Feliz domingo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario